Reapropiarnos del territorio es la única manera de hacer frente a la alienación que nos impone el capitalismo, en el territorio se desenvuelve la vida. Crear territorio es crear con el territorio, reconocer qué se come y cómo se come, dónde resguardarnos y dónde descansar, cómo cuidarnos y cómo sanarnos, dónde convivir, y no solo convivir entre personas, sino con, los ríos, los montes, los animales, el viento, entender cabalmente el espacio, recuperar la sabiduría ancestral.
El sistema de dominación capitalista, se basa en acorralar la vida amplificando la metrópoli, propicia el éxodo rural a partir del desarrollo de infraestructuras carreteras que provocan la inhabitabilidad del territorio, al tiempo que devasta los campos con incendios generados por la extensión de monocultivos, inunda la tierra con basura. El capitalismo industrializa la vida, diluye la dimensión humana de lo social, convierte la fiesta en trabajo, el ágora en fábrica, transforma los deseos en engranes, mercantiliza el tiempo, ritmos de máquina que extinguen el aliento del arroyo, de la brisa, hace del tiempo secuencias muertas, esteriliza la belleza.